La llamaban la Fea porque no era Marlene Dietrich o la Garbo, porque su belleza trascendía lo físico y se arraigaba en lo psicológico, en lo que su mente desprendía, en su claro posicionamiento ante el movimiento nazi, la injusticia y el miedo. El miedo se contiene, se transforma, se doma y hasta se entierra en algún recóndito hueco del alma, de donde saldrá de vez en cuando por instinto de supervivencia.

Nacida en Copenhague antes de que acabara el siglo XIX en un entorno pobre. Se quedó huérfana joven, pero esto no le cortó las alas. Trabajó para sobrevivir mientras recibía clases de arte dramático en la Escuela del Teatro Real en Dinamarca.

Dedicada al teatro en Dinamarca, llegando a ser primera actriz del Nuevo Teatro de su ciudad, fue seguida como una de las actrices más prometedoras.

El cine tardó en llegar, pero cuando lo hizo fue a lo grande. En Dinamarca le costaba ponerse de acuerdo con los empresarios, además de porque de este medio artístico se fiaba más bien poco. Su primera película fue Afgrunden (1910), de Urban Gad, un trabajo que inicialmente no resultó llamativo para el público.

Comenzaban así los años de esplendor del cine danés, encabezado por una Asta Nielsen que se reveló como un fenómeno social. Con ella se desarrollaron las primeras tácticas publicitarias; dio su nombre a todo tipo de productos. Ya era una estrella en el cine mudo europeo con solo tres películas.

Su éxito fue tal que llegó Berlín, talonario en mano, y le hizo una oferta que no pudiera rechazar (no conocían a la Nielsen) y que no rechazó, por supuesto. En Alemania trabajó con la productora Monopolfilm de Paul Davidson para la Deutsche Bioskop. Siempre a la sombra de Urban Gad primero como director hasta 1915 y, más tarde, como representante.

A principios de los años 20 fundó su propia productora para tener más capacidad de control sobre sus películas. En 1921 interpreta una versión de Hamlet donde ella es el príncipe de Dinamarca.

En 1925 formó parte de Bajo la máscara del placer, dirigida por Georg V. Pabst y en la que intervinieron dos jóvenes actrices: Greta Garbo y Marlene Dietrich.

Con la llegada del cine sonoro, la Nielsen solo participó en Unmögliche liebe (1932).

El gobierno nazi le ofreció la posibilidad de dirigir su propio estudio en Berlín, pero ella declinó tal proposición y regresó a su país antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. No se lo ofreció una vez, ni fueron mandados siempre secuaces del temido Hitler, sino que este mismo la invitó a una cena para poder hablar con ella personalmente.

La valentía de Asta Nielsen le costó la carrera.

En aquella época, si no eras asesinado por tus diferencias étnicas, solo había dos formas de ser: Como Asta Nielsen, libre, valiente y consecuente; o como Leni Riefenstahl (una de las mejores fotógrafas, junto a Dora Maar, de todos los tiempos), que sucumbió al poder nazi.

Después de aquella negativa, Asta Nielsen recogió sus cosas y regresó a Dinamarca. Fue un poco antes de que estallara la segunda guerra mundial.

Apareció años después en algunos documentales sobre el cine mudo y en uno que ella misma dirigió sobre su vida (Asta Nielsen, 1968).

 

Serrano Cueto logra con La musa y el lobo una sonrisa amarga, un adiós a la diva que supo que la vida no era solo triunfar en el teatro o en el cine. La musa y el lobo es una píldora teatral que cimienta las ganas de conocer a una actriz que fue MUJER por encima de todo.

 

 

Asta Nielsen, la musa que no fue devorada por el lobo
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